Realidad y Ficción en "Las Señoras de la Casa"
- Jose Raul Acosta
- 27 ago 2024
- 6 Min. de lectura

De izquierda a derecha: Steven Salgado, Belkis Proenza, Betsy Rodríguez, Tamara Melián (detrás), Vivian Morales, Miriam Bermúdez y Jose Carlos Bermejo. Foto: Jorge Ferret.
Agosto 27 de 2024
Raul Acosta
Miami. "Las Señoras de la Casa" tendrá su último fin de semana de presentación el 30 y 31 de agosto, así como el domingo 1° de septiembre en la Sala Artefactus. El texto Ana y Marta, escrito por la dramaturga alemana Dea Loher, sirvió de fuente para la adaptación realizada por Eddy Díaz-Souza, director de la puesta en escena.
La obra, influenciada por el conocido teatro posdramático, presenta una serie de cuadros escénicos que, más allá de narrar una secuencia lógica espaciotemporal, nos bombardea con imágenes y sensaciones que giran en torno a la dueña de la casa y el resto de sus habitantes. Díaz-Souza, dialogando directamente con el estilo desarrollado en Alemania, ha sabido extraer las escenas más relevantes del texto y condensarlas en un espectáculo lleno de yuxtaposiciones y asociaciones teatrales que sumergen al espectador en la historia y, al mismo tiempo, lo invitan a participar en la decodificación de una trama que se ofrece fragmentada, caótica y estimulante.
La puesta en escena ofrece múltiples niveles de lectura, como nos tiene acostumbrados su director: por un lado, apreciamos un maquillaje de clown en los sirvientes y una escenografía basada en objetos cotidianos que se vuelven extraños gracias a una pintura color ocre que los fusiona entre sí. Además, se introducen objetos aparentemente anacrónicos, como un bote de basura utilizado en las calles, pero situado en el sótano de la casa, el sitio de confinamiento de la servidumbre.
La banda sonora nos sumerge en un mundo sofisticado y, al mismo tiempo, nostálgico. Los géneros principales son el jazz, el blues, y el trip hop, cuyas progresiones de acordes y líneas melódicas incluyen séptimas, novenas y otras extensiones que transmiten la inestabilidad de la obra tanto en términos conceptuales como sonoros.
De izquierda a derecha:Tamara Melián, Vivian Morales
(detrás), y Jose Carlos Bermejo. Foto: Alfredo de Armas.

Es digno de resaltar el trabajo coreográfico realizado por el equipo. Con una precisión absoluta, el plano físico de los actores se ha trabajado como complemento del texto, no solo invitándonos a reflexionar, sino también regalándonos imágenes visuales que se integran con la aparente aleatoriedad del texto. La danza, en este caso, es otro elemento de distanciamiento que, con un enfoque sarcástico y bello al mismo tiempo, delata el universo interno de los personajes y sus acciones.
Uno de los valores fundamentales de esta puesta en escena es su capacidad para dialogar con el universo conceptual del texto. En este aspecto, el plano visual despierta la curiosidad del espectador, incitándolo a investigar más. La obra, que no solo tiene sus raíces en el posdrama sino que también bebe del distanciamiento brechtiano, incomoda al espectador, lo saca de su zona de confort y lo lleva a reflexionar sobre los problemas de la sociedad, sus propias concepciones como individuo, y la lógica misma de la estructura de la obra, que es, a su vez, un símbolo de una sociedad que se desenmascara ante nosotros por medio de "Las Señoras de la Casa".
Las actuaciones han sido trabajadas desde el plano físico para comulgar con la sobriedad alemana que propone el texto, con el objetivo de provocar reflexiones y deconstruir personajes. A medida que se desarrolla la obra, nos damos cuenta de que, además, el universo de emociones que experimentan los seis actores se despliega de manera subterránea, como volcanes a punto de estallar.
Jose Carlos Bermejo. Foto: Jorge Ferret.

José Carlos Bermejo desarrolla su personaje Demiurgo con una ambivalencia feroz, reflejando la condición misma del personaje, en la que el género es irrelevante, actuando como un "casi dios" que media entre el mundo de las ideas y el material para crear la realidad-ficción. Bermejo, con acciones físicas precisas, gestos y matices vocales, transmite fuerza y delicadeza al mismo tiempo, intención y reflexión, cuidado y crueldad, con un sarcasmo coreografiado que le otorga un estatus por encima del resto de los personajes, fiel a la imagen del productor de un universo que moldea la realidad, la cuestiona y la modifica a su antojo. Bermejo se apodera de la escena con su presencia, dominando el ritmo, los desequilibrios y la convicción en lo que dice y hace, rindiendo homenaje al personaje: Dios.
Tamara Melián interpreta a Solana, una joven traumatizada que bien podrían haber sido Marta y Elena en su juventud. Sin embargo, Melián sabe otorgar al personaje la dosis adecuada de irreverencia "inocente", sin convertirla en rebelde ni en sumisa. La actriz perfila a su personaje con naturalidad, despojándola de artificios actorales para mostrarnos a una chica común y desenfadada, pese a cargar consigo el dolor de la miseria, la pérdida y del sexo forzado en su primera juventud.
Vivian Morales habita con soltura en su personaje de la Señora Rosa. Aunque el rol pueda fácilmente caer en el cliché, la actriz maneja con destreza la tarea de profundizar en manipulaciones oscuras e instintos salvajes, lo que refleja su oficio y talento. Así, la imagen de la señora se presenta como lo delinea el texto: provocándonos admiración y rechazo en igual medida.
Belkis Proenza encarna a Marta, la cocinera de la casa. Con su maestría habitual, Belkis se adueña de un texto complejo, devolviéndolo con naturalidad a través de su actuación orgánica y la belleza de su proyección. Proenza combina la rapidez del lenguaje natural con las pausas necesarias para registrar cada emoción, siempre reprimida, logrando un mayor impacto en el espectador al evitar lo obvio y ofrecer lo esencial.
De izquierda a derecha: Belkis Proenza y Miriam Bermúdez. Foto: Jorge Ferret.

Miriam Bermúdez nos ofrece, con la sencillez de una maestra, el resultado del estudio de su personaje. Elena, la costurera que interpreta, es guiada en sus acciones físicas por la cadencia de unas manos acostumbradas a coser. Así, toda su actuación se convierte en la imagen física de una costurera que hilvana la madeja de su existencia, creyendo que enreda a otros, pero quedando atrapada en sí misma. Bermúdez muestra esta desesperación con perspicacia, casi imperceptiblemente, tal vez ocultándoselo a sí misma como personaje, para mostrarnos a un ser humano que, pese a parecer seguro, intenta concentrarse en otros para ocultar sus propios miedos. Toda esta complejidad es capturada magistralmente por Bermúdez, con atención a los detalles físicos y a las acciones internas de su personaje.
Steven Salgado interpreta a Mateo, el chofer de la casa que apenas emite palabras. Por ello, lo más importante del personaje es su expresión corporal y la relación kinésica y proxémica que establece a lo largo de la puesta. Todo su cuerpo se convierte en una tabla de jeroglíficos que el espectador descifra sin dificultad, gracias al dominio del actor sobre las microacciones, gestos, pausas y acercamientos que debe realizar para comunicar sus estados y pensamientos.
El universo de "Las Señoras de la Casa", aunque dibujado por un Eddy Díaz-Souza creador de la belleza visual en escena, es, como recalca la puesta, grotesco y problematizador. El ser humano se nos revela como una portada (cuya cúspide es la señora de la casa), pero todos los personajes, de una manera u otra, son parte de ella. Sin embargo, al realizar una disección de sus historias y los vericuetos de sus mentes, descubrimos lo escandalosamente grotesco de sus existencias, simbolizado en las referencias a los perros, al instinto animal y al inconsciente cruel, asesino y despiadado expuesto a la luz.
¿Será la casa de la señora el epítome de un gobierno cerrado? ¿Será lo cerrado de nuestras mentes al movilizarnos para encontrar lugares mejores para existir? Como la pregunta al final: "¿qué haremos con nuestra libertad?", que nos recuerda el final de "Las Doce Sillas" de Tomás Gutiérrez Alea, entonces, ¿qué nos quiere transmitir el director y los actores con esta puesta tan lograda? ¿Nos querrá transmitir algo consciente, o querrá remover nuestras conciencias para predisponernos a reflexionar o a sentir con mayor fuerza nuestra realidad? La cuestión radica en la propia pregunta: cuestionarnos la realidad como si fuera ficción, para hallarnos ante tantas respuestas como espectadores mismos.
Autor: Raul Acosta.
Dramaturgo, crítico, actor, profesor y director, licenciado en Dramaturgia y máster en Pedagogía Teatral por la Facultad de Arte Teatral de la Universidad de las Artes (ISA). Mención de Honor en el Concurso As Miamense as Possible; residente de la Beca Internacional del Royal Court de Londres; Premio de Investigación Universitaria en Cuba y Premio Nacional de Dramaturgia Abelardo Estorino en Cuba.
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